Me agarra una nube en la cabeza. Como si fuera un panal de abejas entero buscando las llaves para salir. Y el corazón… me arde, levemente, como si estuviera sentado en una parrilla. Y no lo soporto. Quiero que cese, que se disuelva en un té y que me deje tranquilo.
Quiero paz, no tengo paz. Necesito paz porque te juro que no doy mmás.
Hay momentos en donde quisiera que me corten la cabeza. No sé porqué la cabeza… O que me arranquen el corazón, pero seguiría con la cabeza… Seguiría gris y no sé para qué carajo uno quisiera estar gris. Si me cortan la cabeza:
Por ahí puedo hacer todo mal, porque dejaría de ser una persona y podría ser un animal. Entregarme a la cualquier cosa absoluta, a todos mis impulsos a la vez, sanos e insanos… Y mi cabeza no sufriría la insalubridad de ninguno de mis actos. No habría quién me pueda señalar y correría en cuatro patas por todos lados hasta que me caguen a tiros como si fuera un perro sarnoso o con rabia. Y ahí sí, dolor puro pero apagándose.
Como si sólo pudiera apagarse en eso… En una muerte o en un abrazo, beso y amor de alguien que de verdad. Que en serio, que sin estructuras ni trampolines teóricos o profesionalies… Me entienda.
Sin guantes blancos, que me acaricien el corazón, el de verdad: viscoso y así y todo como es.
El que late, no el de dibujitos animados.
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